Yeguada Alma Castiza - Siega y Trilla

La siega era una de las tareas agrícolas más duras debido a las condiciones en las que se realizaba por los fuertes calores de la época de recolección en los campos y la necesidad imperiosa de concluir cuanto antes, para que la posibilidad de un nublado no desbarate la cosecha del año. La granazón y secado anticipado de las mieses exigen adelantar el inicio de la siega o aplicar distinta técnica de corte para que no se desperdicie ni un solo grano.

Cuadrilla de segadores

Y es que, cuando se retrasa el corte de la cosecha, cuando la siembra se pasa, la mies se descabeza y cae la espiga al suelo al ejecutar el tajo. Por ello debe ser segada aprovechando los momentos adecuados: cuando se reviene o blandea, lo que ocurre a primeras horas de la mañana, y al atardecer cuando el relente nocturno y la puesta de sol suavizan la mies.

A ello alude el refranero popular “No es cebá que se escabece” en el sentido de que una actividad no corre prisa, al contrario de la cebada que no admite dilación alguna.

        Hacia San Juan o San Pedro, secas las espigas, se comenzaba a segar. Es entonces cuando la espiga se dobla por estar cargada de grano y adquiere un color dorado. Primero, las cebadas, después los trigos y centenos, finalizando con la avena.

La mies acabañá, mies un poco inclinada o abaleada, era la que mejor se prestaba para la siega. Ocupación perentoria era ésta de la siega en la que participaban todos los integrantes de la familia, ayudándose unos a otros para acabar cuanto antes, dejando de lado otras ocupaciones.

Los propietarios de grandes haciendas ajustaban cuadrillas de segadores que se iban desplazando de un lugar a otro, acabado el ajuste. Estos agosteros venidos de fuera se alojaban en casa "de los amos", en las cuadras y graneros. Iban ataviados con ropa dura y desgastada, para la ocasión: pantalones de pana negra, la mayoría, compuestos con remiendos cuadrados recosidos, o azules, de algodón, otros. Camisa de manga larga, de algodón también; un pañuelo anudado al cuello; un gran sombrero de paja para protegerse del duro sol y los pies cubiertos con abarcas, con gruesos calcetines o peales, y una alforja al hombro.

Hoces preparadas para segar

Armados de hoz curvada con corte de acero afilado para cortar las espigas. Su mango de madera tenía una prolongación arqueada en la empuñadura que rodeaba la mano del segador. En la mano contraria, a modo de guante de madera curvo, la zoqueta, protegía la mano del segador del roce con la hoz. Dentro de la zoqueta se escondían los tres dedos más pequeños, quedando fuera el gordo e índice (el de la mies) para apresar las cañas de las espigas segadas. Terminaba con un agujero en la punta y se ataba a la muñeca con una cuerda.

El brazo del segador se protegía con los manguitos, fundas de lona que rodean el brazo hasta el codo para que la mies no le roce y dañe la piel. Con dediles protegen los dedos que cogen la mies y cubren las heridas producidas por ocasionales cortes en éstos.

Y así, a destajo o a jornal se segaban los campos de nuestra tierra. A destajo, cobraba la cuadrilla una cantidad alzada por fanega de sembradura. A jornal, cada segador percibía una cantidad equivalente. Algo más percibía el manejero, jefe de la cuadrilla.

Una fanega de sembradura requería alrededor de cuatro jornales de siega. Un segador puede cortar, atar y allegar al día entre 3 y 3,5 celemines de sembradura como máximo.

Dura labor la de los segadores. Andando, con las alforjas al hombro, o en caballerías los que disponían de ellas, acudían a los campos de cereal. Al amanecer se levantaban para una jornada de sol a sol: de la salida a la puesta de sol. Del orto al ocaso. Trabajaban de veinte a treinta días y sólo se paraba el 25 de Julio, día de Santiago.

Del horario y dura jornada nos dan idea las coplillas populares:

No madrugaría tanto

Si el sol fuera jornalero.

No madrugaría tanto,

que andaría más ligero

....

Ya se está poniendo el sol.

Ya se debiera haber puesto.

Para el jornal que ganamos

no es menester tanto tiempo.

 

Hacia las cinco ó las seis de la mañana comenzaba la faena, descansando alrededor de una hora para almorzar. Alrededor del mediodía se paraba para comer: sopas de ajo o recocidas y algún torrezno, o trozo de chorizo o tocino; gazpacho y un cigarro.

Llegada la noche, el descanso nocturno se solía realizar en el mismo campo, por las grandes distancias que había que recorrer y volver a realizar a la mañana siguiente.

         Además, muchas cuadrillas de segadores procedían de otras tierras y no tenían casa en el lugar. Vestidos, sobre un haz de mies se acostaban los segadores. Y, tapados con una manta, cuando la refrior de la madrugada lo pide.

        Con la hoz y zoqueta se enfrentan los segadores a los inmensos campos de mies. El segador coge la mies con una mano, protegida por la zoqueta y la corta con la contraria, que empuña la hoz. Cada uno de estos cortes y la mies recogida en él es un golpe. Sólo cuando lleva en su mano varios golpes deposita la mies en el suelo para formar las gavillas que, posteriormente serán atadas por el ataor.

Y, de esta forma, los segadores, encorvados, cortaban rítmicamente las espigas. Ritmo que era preciso percibir y mantener. Cuando en la cuadrilla, un segador toca en la espalda o en el culo del que va delante con las espigas cortadas, es el aviso de que no lleva el ritmo de los demás.

En la faena participaba casi toda la familia: hombres, mujeres y chicos. Eran las abuelas quienes quedaban en el pueblo para ocuparse de los más pequeños de la familia. Cuando esto no era posible, se buscaba una chica mayor que se ocupara de ellos, la niñera. Aunque eran muchos los casos en que la familia en pleno se trasladaba al campo de siega. Allí, en el rastrojo, quedaban los más pequeños, bajo el toldo, al cuidado de uno algo mayor.

Todos los avíos de la cuadrilla se colocaban en el hato, un sitio a propósito en el campo (piazo) que se siega a la sombra, si la había. Aquí, en el hato, se conservaba todo lo necesario para ejercer su actividad. Allí, el saco de pan duro, el cántaro de agua, el aceite y vinagre. Más allá, tomates, cebollas, el saquillo de la sal, los aparejos de las caballerías que pacen en el rastrojo, las aguaeras... En algunas cuadrillas grandes solía haber una persona encargada del rancho, ranchero o hatero.

Cada uno tenía una tarea que cumplir, incluso los más pequeños, que podían llevar un surco o dos, colocar los ataderos en el suelo o formar las gavillas para que otra persona, experimentada, las atara.

Las gavillas eran brazadas del cereal segado. Con tres gavillas se hacía un haz y se ataba éste con un atadero y así se preparaban para el acarreo. El atado precisaba de cierta técnica, de manera que la mies quede bien sujeta y pueda soltarse con facilidad o desatarse a la hora de extender la mies en la parva, tirando de uno de los extremos.

Si la mies, conjunto de gavillas se trasladaba con caballerías, estas iban provistas de unas angarillas para dicho cometido. Se conoce como barcinar el acarreo de la mies a la era que se realizaba a lomo de animales con las tradicionales angarillas, o bien por carretas o galeras tiradas por un par de mulas, mas que bueyes como dice el refrán.

Bueyes para arar y mulas para acarrear
 

 

Caballerías portando la mies

La tarea de colocación de la mies en el carro o galera exigía cierta técnica. Debía hacerse de modo que permitiera su traslado sin problemas a través de los accidentados caminos evitando que la carga baile e impidiera que pariera.

Carros o galeras cargados de mies y descargándola en la era.

Llegada la mies a la era, se colocaba en la cina (hacina), colocando los haces con las espigas hacia adentro para que no se mojen en caso de lluvia.

La trilla

La trilla se realizaba en las eras, que se situaban en los alrededores del pueblo. La elección y preparación de as eras representaba antaño una labor delicada e importante que requería cierta técnica.  Eran de tierra apisonada, de uso exclusivo y había que prepararlas con antelación para realizar la trilla, dándole unas pasadas con el rodillo. No tenía sombra alguna. Sólo la cuba del agua se colocaba entre la mies de la cina para no estar expuesta al calor solar.

Horca, pala, rastro, son los útiles que servirán al labrador en este nuevo proceso.

La horca de madera de olmo, generalmente, de cuatro o cinco dientes de unos 25-30 centímetros de longitud que salen de un tronco común de mango largo para su manejo. Sirve para volver la parva, y aventar, una vez trillada la mies, lanzando al aire el cereal.

Agricultor manejando la horca. A la izquierda la pala.

La pala es una pieza de madera curvada, con mango largo que sirve para volver la mies de la parva cuando ya está triturada y para aventarla cuando los dientes de la horca son incapaces de cogerla.

Con el rastro acerca el labrador la mies trillada hacia el centro de la parva...

...Mapa fiel de la llanura

... donde la trilla rueda horizontal, sin vida

Dando la vuelta al luminoso ruedo

Como un toro valiente en la corrida. 

Los hombres extienden la mies de la cina (hacina), portando los haces con la horca o a mano al sitio adecuado de la era donde los desatan y esparcen en un círculo, la parva.
           El proceso era laborioso. La mies, una vez segada, se llevaba al lado de la era, formando montones altos, de unos 3 metros, que se construían con las espigas dando al exterior, procurando que si llegaba la lluvia, resbalase sin empapar el trigo. De estos montones se iban extrayendo los haces y se esparcían por la gran circunferencia de la era, rellenándola de afuera para adentro hasta conseguir cubrir todo el espacio. Luego, con las horcas se deshacían los haces, es decir, se “volvía la parva”, haciendo una explanada uniforme.

Hay parvas de forma circular y buen casco de mies, propias de trigo, cebada y otros cereales. Otras son de tamaño menor, también redondas. Se extienden éstas alrededor de un círculo central que se deja libre, donde se coloca la persona que sostiene el ramal de la caballería, única, que arrastra la trilla. Esta parva se utiliza para trillar garbanzos, lentejas, titos,...

Antes de trillar se cogen gavillas de las medas y se van colocando en círculo, desatándolas para posteriormente ser extendidas, utilizando para ello las horcas, herramientas con un número variable de dientes, hechas de una sola pieza. El conjunto de gavillas extendidas en forma circular se conoce como parva. Una vez esparcida la parva se deja calentar al sol, este tiempo suele ser aprovechado para almorzar.

En las casas grandes se solía contratar peones temporeros para la labor de recolección. El trillaor solía ser un peón joven que se dedicaba a la faena de la trilla.

A las nueve de la mañana, pasado el relente de la noche que ablanda la mies, se inicia la jornada de trilla. A la una de mediodía, animales y personas descansan y se reanuda la tarea a las cuatro para concluir algo antes de atardecer.

Durante toda la jornada las bestias arrastrando la trilla, dan vueltas y vueltas sobre la parva, donde los pedernales de la trilla van desgranando las espigas y cortando sus cañas hasta convertirlas en pajas. Y empezaba la trilla. En la era había una labor en equipo, con un principal que organizaba las faenas. Primero los mulos eran acostumbrados a girar en círculo, para lo que se les ponía una collera y se les hacía trotar sujetándolos con una cuerda larga desde el centro. Esto servía para aplastar la parva. Después se enganchaban dos mulos al trillo, una antiquísima herramienta de origen cartagines o romano, consistente en un tablón provisto de trozos de pedernal o cuchillas de acero encajadas en su cara inferior, para triturar la mies. El trillo empezaba a dar vueltas en círculo procurando que en los giros p asase siempre por el centro. Las vueltas terminaban cuando el trillador veía la parva suficientemente molida. Era una imagen característica, la del agricultor sobre el trillo, haciendo crujir el látigo y acompañado de cantares para animar a los mulos. En muchos lugares de España existía un cancionero de siega, que se oía en medio del sopor veraniego.

El trillo, introducido en España por los cartagineses, consta de tres o cuatro tablones de madera unidas por medio de cabezales colocados sobre las tablas para ensamblar el conjunto de hasta dos metros de largo por 1,5 de ancho. La parte delantera está redondeada y levantada al frente. El tamaño depende de su uso mular o asnal. Los primeros son más grandes y llevan debajo, a lo largo, tres o cuatro hojas de sierra. Entre ellas van incrustados pequeñas lascas de pedernal, con las que se corta y tritura la mies.

*A título de curiosidad, existen referencias del precio de una trilla hacia 1950, unas 350 pesetas, alcanzando en 1975 las 10.000 pesetas.

Trillan mujeres y muchachos mientras los hombres se ocupan de otras tareas más duras. Las mujeres, especialmente en la siega, pero también en la trilla, se colocaban un pañuelo tapando la cara, a la usanza mora, de manera que sólo se les veían los ojos. En la cabeza un pañuelo negro las mayores, de color las jóvenes, y sobre él, el sombrero.

Los trilladores van de pie sobre la trilla. A veces sentados sobre una pequeña silla de enea o sobre una piedra colocada a propósito. Llevan en la mano una larga vara de oliva o un pequeño látigo con el que fustigar a los animales para que aviven el paso. Y, protegen su cabeza con un sombrero de paja para defenderse de los hirientes rayos del sol.

El tiempo de trillado depende del cereal con el que estemos trabajando, si se trata de cebada, casi no es necesario pasar el trillo, ya que muchas veces simplemente con ser bien pisada obtenemos los granos de las espigas. Sin embargo si se trata de trigo o centeno, este ultimo mucho más duro, se necesita mucha más dedicación al ser las espigas más compactas, dedicando incluso más de una jornada para la trilla de estos cereales.

De cuando en cuando, es necesario volver la parva, voltear la mies, evitando amontonamientos y favoreciendo que ésta sea triturada uniformemente. Suele hacerse de tres a cuatro veces al día con la horca. Trillada la parva, se allega. La mies trillada se apila, tirando las yuntas de la allegaera y con la ayuda del rastro manejado por el labrador. Con la ayuda de una escoba amarga se barre la era juntando paja y grano en el montón que será aventado posteriormente.

Después de la trilla, la parva resultante se volvía primero con la horca y luego con la pala, para que el grano cayera boca arriba y perdiera la raspa. Y luego se aventaba, que era tirar la parva con la horca en contra del viento, haciendo que se separase el grano de la paja.

Se comenzaba a aventar primero con la horca y luego con la pala. Con ésta, se daban varias pasadas echando el grano al aire, hasta conseguir un montón de trigo homogéneo. Se terminaba pasando el trigo por la criba con un aro de madera y alambre que dejaba caer el grano al suelo y retenía desperdicios y granzones.

Aventando la parva

Cuando el aire pica, se levanta o empieza a correr, se procede al aventado. El viento que corre a bocanadas es poco adecuado y resulta muy molesto. El aire bueno es el que empieza a correr después del mediodía, o al  pasar la media noche.

El aire más propicio para aventar es el ábrego y, en general los aires de abajo, procedentes de poniente, aunque hay que utilizar, por necesidad cualquier otro aun a costa de la imperfección y la dureza de la separación de grano y paja.

Puesto el aire en movimiento, todos los trabajadores disponibles se ponen a la tarea. Hay que aprovechar al máximo el tiempo de aire. Esta tarea goza de preferencia sobre cualquier otra.e elimina primeramente la paja más larga con la horca. Separada la paja larga, se puede proseguir con la pala el aventado, hasta el final. El grano, aislado de la paja, se coloca en un montón alargado en forma de pez. Se procederá posteriormente al cribado, operación que se ejecuta a mano, aislando el grano de otras semillas, chinas y demás impurezas.

Criba, zaranda y garbillo.

ZARANDA , CRIBA  Y  GARBILLO: La zaranda y la criba eran muy parecidas, de manera que sólo se diferenciaban por el espesor de la tela metálica. La zaranda servía para garbillar una mayor cantidad de grano y la criba para garbillar los granos más gordos. La zaranda tenía un diámetro de 0,90 mts. y era redonda. Su tela iba amarrada a un suplemento de madera por dentro, quedando pisada la tela entre las dos maderas que servían de chapa. La tela metálica del garbillo era más espesa y se utilizaba para limpiar el grano, eliminando las impurezas que no se habían ido con el aire.  

Hay distintos tipos de cribas, unas dejan pasar el grano y no la paja, mientras otras separan el grano del polvo, no dejando pasar el grano y si el polvo.

La operación de encerrar el grano en las cámaras, pone fin a la recolección propiamente dicha. Se envasa el grano en costales con la media fanega que cabe 6 celemines. Así dispuesto se traslada a la cámara de las casas. Son dependencias situadas en la parte superior de éstas donde, separados por tabiquillos de adobes enlucidos con yeso se encuentran los distintos compartimentos en los que se almacenarán separados, trigo, cebada, centeno y todos los productos recolectados.

Cargarse en la era los costales al hombro y subirlos a las cámaras era la primera prueba de fuerza por la que habrían de pasar los mozos si querían demostrar su virilidad, en un gesto ritual que cada año se repite de manera ancestral.

El grano, una vez limpio, se envasaba en los costales con la cuartilla y se llevaba al soberao o al almacén. Allí se guardaba y si quedaba amontonado, lo cubrían para que no le penetrara el aire y se picara, produciéndole la palomilla o gorgojo, tras lo cual no servía ni para la sementera.

La paja se encerraba en los pajares, camarones o dependencias grandes situadas, a menudo, encima de la cuadra a donde habría de llegar gran parte de la paja recolectada. Las pajeras eran un compartimiento de la cuadra en la que se almacenaba la paja que sería distribuida a los animales en el pesebre.

Encerrar la paja, echar la paja, meter la paja, es el colofón de las tareas agrícolas del cereal, del año en curso. Queda por delante un nuevo ciclo agrícola que comenzará con la preparación de las tierras para una nueva sementera.

Algunos aperos de la era. Falta el principal, el trillo.

1 y 2.- horca de madera; 3, 4 y 5.- bieldos; 6 y 7.- palas de madera para volver la parva; 8.- cuartilla, celemín; 9.- criba, ceranda.

http://bibliotecadigital.jcyl.es/i18n/consulta/busqueda_referencia.cmd?campo=idtitulo&idValor=19290

http://books.google.es/books/about/Agricultura_elemental.html?hl=es&id=yf4jIWBI_t4C

 

- “Agricultura elemental” de Julián González de Soto. Imprenta de José María Alonso, 1849.

 

 

Última actualización: 20 de Agosto de 2013

 

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